Doctor Duque: ¡no le coja las güevas al muleto!

Muleto es una expresión que seguramente no habrán oído en su corta vida los milenials y desconocida para muchas personas, que aun siendo mayores, no hayan tenido ninguna relación con el campo o la arriería. Según la RAE corresponde a la denominación del “mulo pequeño, de poca edad o cerril”,  es decir un ejemplar macho producto del cruce de un burro con una yegua aún sin “arrendar” o amaestrar. Estos animales son especialmente fuertes y agresivos y acercárseles por detrás es bastante peligroso porque suelen dar coces a quien se atreve y mucho más, si se atreve a tocarle o cogerle los testículos.

En Antioquia, la zona cafetera y los llanos orientales y entre nuestros campesinos y arrieros es común el refrán de que “no le vaya a coger las güevas al muleto” o “más delicado que cogerle las huevas al muleto”, para referirse a quien de forma temeraria o imprudente desafía un gran peligro.

En una constancia que dejé en la plenaria de la Cámara usé el dicho para referirme a lo que está haciendo el gobierno de Iván Duque con las protestas  obreras, juveniles, indígenas, campesinas, populares y ciudadanas, que acertadamente ha orientado el Comité Nacional de Paro; ante ellas, en lugar de atender los justos y correctos reclamos, les ha lanzado un osado y peligroso desafío, acelerando o aprobando disposiciones que están justo en el centro de las demandas.

Además del contenido de la reforma tributaria, eufemísticamente denominada “ley de crecimiento económico”, del Decreto que crea el Grupo Bicentenario o holding financiero Estatal, del avance, así sea recortado de la reforma laboral propuesta por el Senador Uribe y de la ley “Andrés Felipe Arias”, es de una imprudencia extrema implementarlas en medio de las descomunales movilizaciones a las que, esperanzados, asistimos los colombianos desde el 21 de noviembre.

El contenido del paquetazo, de cuya existencia a nadie, excepto a medios de comunicación oficialistas y al reducido número de beneficiarios del mismo, le queda duda y  muy a pesar de la campaña mediática oficial para engañar y disfrazar de positivas y necesarias las disposiciones, está dirigido a profundizar el carácter regresivo de la estructura tributaria, a privatizar lo poco que queda del patrimonio público y a desmejorar las condiciones de vida de trabajadores y capas medias.

No puede ocultar el gobierno que la reducción de los impuestos no es para la pequeña y mediana propiedad, sino para el 1% de las empresas dueñas del 60% de las utilidades, tampoco puede esconder que las empresas Estatales que harán parte del holding estarán sometidas a las normas de los conglomerados financieros y que los anuncios aún no concretados de reforma pensional apuntan a terminar con el régimen de prima media, es decir, a pensionarse con lo estrictamente ahorrado.

Pero en el manejo de la crisis, el gobierno está jugando al apaciguamiento de la movilización, no como producto de la negociación, sino como resultado del síndrome de “la natilla y el buñuelo”, pensando de forma desatinada, que bastarán tres semanas de “tutainatuturumaina” y “feliz año” para que los reclamos se disipen, y de contera, calcula que puede ser hasta desafiante, presumiendo que la reacción será muy pasajera en virtud de las festividades de navidad y año nuevo.

Nada más equivocado. Los problemas no resueltos se acumulan y se acumulan aumentando el alcance de la presión para ser resueltos. Incluso, una indignación como la que se percibe en las calles, puede saltar la barrera de las tradicionales fiestas.

Así que al Presidente uribista, al puñado de cacaos y voceros de multinacionales, a los mandamases de los organismos multilaterales de crédito y de la OCDE, únicos beneficiarios del “paquetazo”, hoy les decimos desde aquí: ¡no le cojan las güevas al muleto”, patea duro, muy duro y arriesgan a que en esa suerte de juego con candela, se quemen sus despiadados y perversos designios para Colombia.

Diciembre 7 de 2019

*Representante a la Cámara Polo Democratico Alternativo



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